En esta semana, en territorio michoacano, se han suscitado de manera constante una serie de enfrentamientos armados entre delincuentes e integrantes de fuerzas federal y estatal, especialmente, una situación que parece que crece más y más, no como en los tiempos del lopezobradorismo.
Cierto, esos ataques se establecen en regiones focalizadas, aunque cada vez se van extendiendo, territorialmente hablando, pero al mediatizarse la percepción de violencia, de inseguridad, aumenta más si está aderezada con grandes dejos de exageración por los diversos medios de comunicación.
Sin embargo, hay que apuntar que la mayoría de esos enfrentamientos armados son provocados por los recorridos de dichas fuerzas, pero más por casualidad que por una estrategia bien delineada, que pudiera arribar a operaciones quirúrgicas; aun así, el saldo ha sido favorable para ellas.
En ese camino gubernamental se han contenido determinadas críticas como aquellas que hablaban desde la pasividad hasta la paralización de las fuerzas citadas y que, en los hechos, hacian realidad la estúpida e inexpicable frase de abrazos y no balazos; hoy se ve un actuar, trastabillante, pero es algo.
Hoy, si se actúa, sobre todo en los niveles federal y estatal, aunado la excepción local que es el caso de Uruapan; claro, no como qusiéramos el grueso de la población, no como los resultados deseados, no con dejar a un lado esa oscilante percepción. Y, si, faltan los grandes golpes.