Su trayectoria suma peripecias, un extenso recorrido de Teatro, Cine y Televisión. Lo cuenta con entusiasmo en una Masterclass donde no cabía una aguja en el pajar

Rita Gironès, colaboradora La Voz de Michoacán

“He soñado con La Doña, se me ha revelado” –confiesa Felipe Nájera. “En ese trance de terminar la película, había momentos que María me veía y me sonreía. Y yo le decía: Ya, ¡dame algo más de tiempo, está por acabar!”, explica sobre el momento en que la filmación de su película llegó a su punto más álgido de contarse. “La Doña me anda rondando”, sentencia y le llena de alegría decirlo.

María Félix, con su personalidad irresistible y desafiante, es un reto para el mejor de los intérpretes. Pero el actor chihuahuense no se raja, porque ¿quién lleva 30 años interpretando el personaje de La Doña, en comedia, en cabaret, rompiendo la 4a pared e interactuando con el público? Sólo los más valientes en este lío artístico. Reconoce que mezclar teatro y cine en su carrera profesional ha sido como una licuadora y que ambas “se han mezclado de manera natural y orgánica”. Las dos vías creativas se han conjugado necesariamente en su ópera prima, María, corazón de hombre, en la que ha buscado potenciar la teatralidad de los actores y actrices de la época de oro del cine mexicano. “Es que también el cine de esa época tiene una impronta de poesía, de melodrama, incluso de tragedia, diría yo. Es producto de su época: un patriarcado que hasta nuestros días nos cubre por completo.” 

Curiosidades de la vida, descubrimos que -hace algunos ayeres- participamos en el Festival de Drama Español del Siglo de Oro organizado en Ciudad Juárez: “¡No me digas! Yo empecé en el 82, ahí fue la primera vez, actuamos en El Paso, representando a Chihuahua, con la obra Las bizarrías de Belisa, de Lope de Vega. Después llevamos El dueño de las estrellas, de Ruíz de Alarcón, representando a Ciudad de México. Es un festival que para mí fue muy importante.”

Su trayectoria suma peripecias, un extenso recorrido de Teatro, Cine y Televisión. Lo cuenta con entusiasmo en una Masterclass donde no cabía una aguja en el pajar. Invitado especial durante la Semana del Cine de la Comisión Fílmica de Morelia y, posteriormente, en la ceremonia de premiación, cediendo el paso a la icónica María Bonita.

¿Qué significa para ti llegar a Morelia?

Uy, ¡Morelia me encanta! La historia, la comida, la arquitectura de esta ciudad… me parecen increíbles. Es una ciudad bellísima. Y súmale que tengo a buenas amigas aquí, me siento francamente encantado. Sabes, vengo muy seguido, no tanto como quisiera. Ahora he tenido la oportunidad de conocer personalmente al director de la comisión fílmica, Alejandro Sosa, y estamos viendo la manera que se pueda apoyar en la postproducción de mi película. Tuve muchas posibilidades de incluirla en convocatorias de cine para posproducción y curiosamente ninguna se dio. ¡Por algo pasan las cosas! Todo se fue dando aquí, aquí hay algo mágico. Además, ha sido un placer venir a dar esta clase maestra. A veces todo se conjuga fácil y tú sabes dentro de ti que de ello resultará algo importante. Vengo con muchas ganas, me parece fascinante interactuar con la gente.

En un par de palabras, ¿cómo definirías tu trayectoria?

¿En dos palabras? Coraje y disciplina. El coraje es todo el ímpetu. Y disciplina, para que no se convierta en algo que destruya. 

En realidad, ¿qué te seduce de la actuación, Felipe?

Fueron 2 cosas. Vi una pastorela cuando era muy niño, fue en el rancho donde nací. Quedé entusiasmado. Y después, ver la televisión. Aquello fue un mundo para mí en Chihuahua. Imagínate, en un Chihuahua recalcitrante, religioso (por lo menos en mi familia), machista, vaquero, con conceptos muy claros de patriarcado a seguir. La televisión era una fuga fascinante, me permitía imaginar historias, yo solo. Aquella caja me pareció un gran libro de imaginación, como “Las mil y una noches”. Un mundo distinto, yo creo que ese pensamiento mágico me fascinó tanto de niño que me ha llevado a donde estoy justo hoy. Hay algo que todavía no está bien visto, el sentirse raro, el ser diferente, y yo quería ser diferente a todo lo que veía allí, salir un día y demostrar que podía ser distinto. Con el tiempo, aquella sensación del éxito, se ha ido transformando a una visión más social, pero creo que de ahí nació.

¿Cuál es la zona de confort profesional de Felipe Nájera? ¿Prefieres subir a un escenario o estar frente a una cámara? ¿Qué lugar es más condescendiente y cuál sufres más? 

El teatro y el escenario fueron mi primer odio. ¿Y sabes por qué? Porque me di cuenta que era muy sobre actuado, que estaba engolado, que tenía muchísimos vicios dramáticos, ¡qué horror! Eso no correspondía. Pensaba, Dios mío, qué mal aprendiste, ¡qué falta de rigor! Me di cuenta de muchas cosas y, al principio, lo aborrecía. Luego, llegué a la TV y siempre tuve el prejuicio de lo que me decían en Bellas Artes, que la televisión era una prostitución y que aquello era pura mercadotecnia. ¡Prejuicios adquiridos en la escuela de teatro! Y eso que había muchos maestros que hacían televisión... Más tarde, llegó el cine, ¡yo ahí ni me acercaba! Sólo veía tanto tiempo necesario en poner la cámara, qué me repetía: ¡qué barbaridad, yo actúo! Ahora, aquella técnica y la parafernalia las entiendo tanto. Me parecen de una estética hermosa y cuidada, además de la sutileza actoral, del pensamiento y el mundo interno de cada personaje. Hoy aprecio demasiado cada una de las áreas, incluso me lamento no haber hecho cine desde antes. En esta ocasión, tuve la oportunidad de filmar los fines de semana y cuando me veía sobre actuar, sin dudarlo repetía la escena. Me aventé un mes y medio en hacer la película… grabando sólo los fines de semana porque entre semana estaba haciendo una telenovela, ¡una locura y total entrega! 

Cuéntame, ¿es un Felipe distinto el que graba una telenovela del que trabaja sus proyectos propios?

Sí, cada área saca sus demonios. La tele, la fama, saca de por sí sus demonios. El cine son otras satisfacciones que no sabían que estaban: producir, actuar, dirigir, ¡invertir mi dinero! Ha sido una experiencia increíble que jamás pensé que lograría hacer. Cada trabajo tiene sus demonios y sus cosas bellas. Es necesario comprender que esos opuestos están en todo. Y sin duda, conjugan a un Felipe distinto y no sólo en cada área… sino en la vida.

“El dramaturgo, el escritor, lleva la historia donde se le antoja” -dice La Doña. ¿Es eso cierto? ¿Escribes lo que se te antoja o, cuando no has tenido trabajo, has escrito lo que sabes puede funcionar para que te contraten?

Pues verás, sumo 30 años con el personaje de María. En teatro está pendiente escribirla… Pero la adaptación al cine era una necesidad de sacar ya el texto a como fuera. También había una necesidad, en ese entonces yo había firmado con Amazon adaptar mi stand up de “Cómo salir del clóset”. Amazon compró los derechos para adaptar la serie de comedia en 8 capítulos. Y en la pandemia me dicen que siempre no. Sí me pagaron lo que hice, pero lo sentí inconcluso. Y pensé: tienes que regresar en un tiempo para retomar el proyecto con Amazon y demostrarte a ti mismo que haces cine, que has producido y que tú puedes dirigir y producir.  La adaptación del stand up sigue pendiente, pero esa era la razón por la que hice la película, Sí, se trataba de sacar la historia, pero también había una estrategia mercantil, laboral, de posicionarme en un área donde yo no estaba posicionado todavía. Y es aquí donde entra un poco todo: lo personal, lo creativo, lo estratégico, lo comercial, de que se vende, etc.

Y durante el proceso, ¿pensaste en algún momento que eso era insostenible?

¡Sí, sí! Hace tres semanas estaba deseoso de terminar. Verdaderamente la he hecho, pero ha sido un trabajo fílmico que me ha hecho reflexionar mucho, incluso que me ha deprimido. Pero trabajo y sigo trabajando. Ahora estoy estudiando para especializarme en terapia Gestalt. Querer ser terapeuta habla mucho de esa parte de mí que quiere conocer la psique humana. Quiero conocerme más, seguir conociéndome, y si puedo acompañar a alguien para que se conozca mejor, sería grandioso. De repente, ocasionalmente, caigo en estos hoyos, pero aquí estoy, con una energía que me dice: vas muy bien, lo lograste.

Transcurre la entrevista y a Felipe no deja de sonreírle la mirada. Carismático y cercano, habla con profundidad y franqueza de lo importante: del encuentro con uno mismo y con el otro, y en aras de la creación artística, de lo sencillo y humano. 

Además de tu pareja y de tu hija, cuéntanos en quién te inspiras.

Pues si hablamos de nombres, siempre me han gustado Iñárritu y Spielberg, pero te diré que hoy estoy más clavado en admirar a mis compañeros de generación. Ya no busco inspirarme en cosas grandes, sino en las cotidianas. ¡Y me inspira algo tan sencillo como hacer de comer! Tengo un restaurante que acabamos de abrir, es una cafetería donde pusimos un escenario para hacer cabaret, teatro… y además el público puede ir a conectarse con el bosque que está ahí al lado. Me ha fascinado tocar la tierra, volver al origen. ¡Nunca pensé que me iba a gustar tanto como cuando era niño! Recuerdo que iba al campo con mis con mis tíos a desyerbar los frijoles y el maíz... Admirar la cotidianidad ya es necesario para mí.

¿Cuál es la línea entre lo íntimo y lo privado, Felipe?

Yo creo que lo privado tiene que ver con lo público. Están relacionados. Tenemos una responsabilidad como personas creativas, como artistas que somos, de tener congruencia entre lo que hacemos en público y lo que somos en privado. Y la congruencia debería buscar el bien común, eso me parece definitivo.

La paternidad ¿era como la imaginaban tú y tu pareja? ¿O definitivamente rompió todos los esquemas y superó cualquier expectativa?

La rompió totalmente y ha dolido también. Así como ha sido padrísimo, también es doloroso, pero esas dificultades me han hecho ver que superan cualquier expectativa. Curiosamente, tenía la paternidad idealizada y se fue cayendo porque no, ¡es que así no iba a ser! Yo decía que iba a ser de otra manera, pero justo aceptar esta manera distinta -el show, el conflicto, lo oscuro, lo que se batalla- me hace superar la expectativa que yo mismo creía. ¿Sabes? La complejidad es más rica que la simpleza idealizada. Duele, pero… no la cambio.