Asaid Castro/ACG – Morelia, Michoacán
Un día inusual, sin duda. Sorprende ver el Jardín de Capuchinas así, sin lonas, sin puestos y sin el flujo constante de los citadinos que a diario cruzan el emblemático espacio del Centro Histórico de Morelia rumbo al mercado Independencia.
Hoy no se oyen las voces cantadas de los vendedores de todo: jabón del Tío Nacho para la caída del cabello, pomada de La Campana para vencer el acné, gel de mariguanol para dolor de rodillas y el nervio ciático.
Hoy el histórico espacio se muestra amplio, los andadores están libres y las farolas de dragón destacan entre el verde del jardín, acompañados por arreglos verdes y amarillos, los del centenario templo y Ex Convento de las Capuchinas, que se encuentran a un costado.
Hoy luce pleno el conjunto arquitectónico barroco que data del año 1737. La torre del templo presume desde afuera sus columnas salomónicas únicas en la ciudad.
La mayor parte del año, la plaza mantiene su dinámica comercial constante. El tránsito es continuo y la imagen del lugar cambia conforme avanza el día, entre vendedores ambulantes, compradores y peatones.
Por eso “resulta extraño” encontrarla despejada, esta escena suele repetirse sólo en fechas específicas, principalmente en Navidad y Año Nuevo, cuando la actividad disminuye y el jardín queda visible casi en su totalidad.
Es entonces cuando Capuchinas se deja ver de otra manera, una imagen poco habitual de una de las plazas más antiguas y reconocidas del Centro Histórico.