Desiderata legal

En agosto de 2025, la Ciudad de México fue testigo de un acontecimiento histórico: la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, celebrada en Tlatelolco, aprobó el Compromiso de Tlatelolco. Este documento, lejos de ser un simple acuerdo diplomático, constituye un parteaguas para la región al inaugurar la Década de Acción 2025–2035, cuyo eje central es el reconocimiento del cuidado como derecho humano.

Desde hace décadas, la región ha tejido una agenda de género robusta y pionera: la Agenda Regional de Género desde 1977; la Plataforma de Acción de Beijing (1995), que marcó un antes y un después en la lucha por la igualdad; la Estrategia de Montevideo (2016), que delineó un marco técnico-político hasta 2030; y el Compromiso de Buenos Aires (2022), que situó la paridad como requisito democrático y esbozó la “sociedad del cuidado”. Tlatelolco es el paso lógico y, a la vez, disruptivo: convierte en derecho humano aquello que durante siglos se asumió como tarea doméstica y femenina.

El cuidado como derecho humano: un cambio de paradigma

Por primera vez, el cuidado se reconoce como un derecho universal, autónomo y exigible, que comprende tres dimensiones: cuidar, ser cuidada/cuidado y el autocuidado. No es un favor, ni una responsabilidad naturalizada de las mujeres: es un bien público cuya provisión debe garantizar el Estado, en corresponsabilidad con la sociedad y el mercado.

Este cambio de paradigma significa que las labores de cuidado, históricamente invisibles y no remuneradas, adquieren el mismo estatus que otros derechos sociales como la educación y la salud. Además, se obliga a los Estados a generar sistemas integrales de cuidado, con financiamiento sostenible, infraestructura y políticas públicas que atiendan a personas mayores, con discapacidad, infancias y comunidades en situación de vulnerabilidad.

Retos inmediatos

Sin embargo, la aprobación del Compromiso no garantiza por sí misma la transformación. El verdadero desafío es la implementación:

Legislativa, mediante la incorporación del cuidado en constituciones y leyes nacionales.

Presupuestaria, con asignaciones claras y plurianuales que eviten la dependencia de ciclos políticos.

Institucional, con ministerios, observatorios y sistemas nacionales de cuidado con capacidad real.

Cultural, desmontando la idea de que cuidar es “natural” en las mujeres y redistribuyendo las tareas en clave de igualdad.

Continuidad regional y proyección internacional

Tlatelolco dialoga con otro hecho clave: la Opinión Consultiva OC-31/25 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, notificada días antes de la Conferencia, que declaró al cuidado como derecho humano autónomo. Este reconocimiento jurídico fortalece la justiciabilidad y abre la puerta a que los tribunales nacionales puedan exigir a los Estados que cumplan con obligaciones concretas.

Además, el Compromiso proyecta a América Latina como vanguardia global: mientras otras regiones aún discuten la pertinencia de reconocer el cuidado, aquí ya se concibe como eje de un nuevo pacto social, que coloca la interdependencia y la sostenibilidad en el centro de los modelos de desarrollo.

Un llamado a la acción

El Compromiso de Tlatelolco no puede quedarse en un documento simbólico. La región tiene la oportunidad de demostrar que las palabras se convierten en política pública efectiva. Si se logra, dentro de una década podremos afirmar que América Latina dio un salto cualitativo hacia la igualdad sustantiva.

La pregunta que nos corresponde hacernos es si los Estados, los congresos y los poderes judiciales estarán a la altura de este momento histórico. La respuesta definirá no solo la vida de millones de mujeres, sino el rumbo democrático de nuestras sociedades.


[1] Doctora en Derecho, Empleada académica de la UMSNH e integrante del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores