Editorial | El impresentable
Entre las secuelas de la muerte de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, se encuentra la mirada, no exactamente de reojo, en su antecesor en ese cargo público, Ignacio Campos Equihua.
Sin embargo, hasta este momento, esa mirada, no está en situarlo en las investigaciones penales que se enfocan en esclarecer los hechos en torno al del movimiento del sombrero.
Por lo pronto, se trata de una mirada política de los seguidores y del círculo más cercano de Carlos Manzo que data más allá del trágico atentando, agudizada por los propios hechos.
No en escasas ocasiones fueron públicos los conflictos entre ambos, derivados de la acusación del edil fallecido hacia su adversario en temas de corrupción y de inseguridad en el gobierno local.
Acusaciones que de las palabras pasaron a los hechos, a las denuncias por escrito en especial en el caso de presunta corrupción, sin que hasta el momento haya resultados de una seria indagación.
Antes de esa muerte, Nacho Campos, como se le conoce coloquialmente, se le veía en el entorno próximo del senador Raúl Morón Orozco, con quien sostiene una cercanía, envidiable.
Una cercanía que decía Carlos Manzo tenía que ver con el respaldo de recursos públicos uruapenses hacia el integrante de la Cámara Alta del Congreso de la Unión, de corte morenista.
Ahora, el señalado se ha autoexiliado o lo han exiliado, políticamente hablando, hacia la capital del país, en donde ya ha estado, como diputado federal, si, por el partido político Morena.