RED 113 MICHOACÁN/Redacción
Morelia, Mich.- 15 de octubre de 2025.- Morelia amaneció en calma, pero el aire pronto se llenó de estruendo y humo. Desde la colonia Xangari, un nutrido grupo de normalistas avanzó rumbo al centro de la capital michoacana, dejando tras de sí una estela de vandalismo y destrucción.
La marcha, que habría tenido como motivo la conmemoración de la llamada “represión del 15 de octubre de 2012” en Tiripetío, Cherán y Arteaga, se transformó en una jornada de violencia.
Imagen Red 113 Michoacán
Los manifestantes partieron en vehículos secuestrados: al menos 60 unidades, entre autobuses, camionetas de empresas privadas y automóviles particulares, fueron tomadas para su traslado hacia la capital.
En su trayecto por la Avenida La Huerta, los jóvenes vandalizaron mobiliario urbano, destruyeron paradas de camiones y arrancaron señaléticas. Las fachadas de negocios quedaron cubiertas de pintas y vidrios rotos.
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Frente a Plaza Walmart, empleados intentaron sin éxito detener los destrozos. Una joven trabajadora de una cafetería estuvo a punto de ser herida por las piedras que los manifestantes lanzaban: “No quiero que me cobren el vidrio”, alcanzó a decir antes de ser rescatada por sus compañeros.
El recorrido se tornó más violento al llegar al edificio del Supremo Tribunal de Justicia del Estado. Ahí, los normalistas lanzaron petardos y cohetones, irrumpieron en los juzgados y utilizaron un vehículo asegurado de una empresa privada como ariete para derribar las puertas.
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El horizontal inmueble del poder judicial michoacano, finalmente, terminó con severos daños, al igual que las plumas de acceso y cámaras de vigilancia.
Ya sobre la Avenida Madero, los desmanes continuaron. Las oficinas de una compañía de telefonía y una caja de ahorros fueron prácticamente destrozadas.
El histórico ex Hotel Virrey de Mendoza también sufrió daños en sus puertas y ventanales, mientras un semáforo fue derribado junto con varias cámaras de seguridad.
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El recorrido concluyó frente al Palacio de Gobierno. Los normalistas arrojaron piedras y petardos, quebraron cristales y pintaron los muros del recinto. Minutos después, se dispersaron sin que se registrara la intervención de las autoridades.
El saldo fue de cuantiosos daños materiales, pánico entre comerciantes y transeúntes, y una ciudad que, una vez más, fue rehén de la violencia de quienes se ostentan como estudiantes.