En las imágenes hay mesas tendidas, abrazos, miradas cómplices, gestos domésticos, sillones, manteles y ventanas abiertas

Yazmin Espinoza, colaboradora La Voz de Michoacán

Durante el fin de semana del Festival Tragaluz 2025 —que en esta segunda edición llevó por título Entre Mundos—, la ciudad de Morelia se convirtió en el epicentro de conversaciones profundas en torno a la imagen, la identidad y la emoción. Dentro de esta celebración de la fotografía, una de las propuestas más conmovedoras llegó desde La Habana, Cuba: la exposición Abuelas y abuelos prestados, de la artista visual Moník Molinet, quien además ofreció un conversatorio íntimo en el Centro Cultural Clavijero.

La obra de Molinet no solo expone una serie de imágenes cuidadosamente pensadas: plantea una pregunta emocional, un gesto artístico y político a la vez. Esta serie nace de una ausencia: “El proyecto nace de una carencia personal, de no haber tenido esta relación específica con mis abuelas y abuelos”, explica la artista. En su voz hay una honestidad que se entrelaza con el cuerpo del trabajo: una búsqueda afectiva que se manifiesta en imágenes donde lo cotidiano es reinterpretado, lo íntimo es escenificado y lo documental se funde con la ficción.

Desde hace años, Moník trabaja el autorretrato como medio expresivo. Esta vez, decidió crear algo más que un conjunto de fotografías: fabricó un álbum imaginario, una memoria afectiva que no existía, pero que necesitaba habitar. Para ello, realizó un casting en La Habana en el que participaron más de mil personas mayores. “Les preguntábamos cuál era su mayor fortaleza como abuelas y abuelos”, cuenta. A partir de esas respuestas, eligió a nueve actores y actrices con quienes desarrolló una narrativa escénica dentro de sus propios hogares.

Las fotografías que resultaron de este proceso y que se encuentran en este momento exhibidas en Morelia, logran algo poco común: conmueven sin caer en el sentimentalismo, y retratan sin invadir. Cada imagen se construyó como una acción performativa, no como un instante robado. “El proyecto es un acto performático en sí, que trata de generar relaciones humanas con todos los involucrados”, señala Molinet. Más que capturar la realidad, se propuso crearla: diseñar escenas familiares con desconocidos, pero con una intimidad tan genuina que parece heredada.

En las imágenes hay mesas tendidas, abrazos, miradas cómplices, gestos domésticos, sillones, manteles y ventanas abiertas. Pero también hay una tensión silenciosa: la del deseo de pertenecer, la de construir una historia que no fue, pero que pudo haber sido. Para la artista, esto no se trata de imitar una familia, sino de generar vínculos reales. “Es una acción que se documenta, no es una foto donde destaque algún performante técnico, sino más bien documentar una acción que nos pusimos en la acción”, explica.

El resultado es profundamente humano. Al recorrer la exposición, las personas asistentes no solo observan escenas ajenas: se ven reflejadas en ellas. Por eso, para Molinet, el proyecto va más allá de lo autobiográfico: se convierte en una invitación colectiva. “Yo quisiera que las personas pudieran reflexionar sobre la relación que tienen con sus abuelas y abuelos, más allá de lo biológico, de lo sanguíneo. Que se preguntaran qué relación les gustaría tener con ellas y ellos y si la están logrando, qué están haciendo para lograrlo”.

Este proyecto ha sido reconocido internacionalmente con la selección del jurado en el OD Photo Prize 2024 de Open Doors Gallery y la mención honorífica en Innovate Grant 2024, y su paso por Morelia representa no solo un logro para el festival, sino también una oportunidad para mirar hacia adentro: hacia nuestras relaciones con la vejez, con el cuidado y con la memoria.

Durante su estancia en el festival, Moník compartió un conversatorio con el fotógrafo Jesús Cornejo, donde el público pudo dialogar con ella sobre el proceso detrás del proyecto, su vínculo con la puesta en escena, y sobre todo, sobre la necesidad urgente de volver a mirar a las personas adultas mayores con empatía. 

Trabajar con estas personas fue, para la artista, un regalo inesperado. “Descubrí que son personas llenas de vida, con muchas ganas de dar, de ser escuchados, de hacer anécdotas, de dar consejos, de aportar… y eso me llenó mucho”, dijo, aún conmovida por la experiencia.